En el concejo de Cangas de Narcea, en unode los múltiples valles que se asientan entre las serpenteantes montañas asturianas, seencuentra Llamas del Mouro. En esta pequeña aldea de la parroquia de San Martín de laSierra todavía sigue activo uno de esos hornos de cerámica negra tradicional de Asturias:el de los hermanos Rodriguez. Detrás del alfar Manolo prepara el barro.Cada 10 ó 12 años, desde unos terreros de su propiedad situados a un km., trae con suhermano algunas cargas de tierra hasta este almacén. “Estoy preparando el barro porque, seguidamentedespués viene el amasado. Hay que echarlo al mojo para que se ablande un poco. Tienepiedras y tiene cosas. Hay que limpiarlo bien porque siempre tiene alguna fisura de porquería.Luego se mezcla con el rojo, que está ahí al lado, una pequeña proporción de rojo.” En la preparación del barro utiliza dos tiposde tierra: la blanca y la roja. “Se mezclan un 70-75 % de blanco, de esteamarillento y el resto, pues de rojo.” Mientras recoge la tierra, Manolo pone especialcuidado en que no entren pequeñas piedrecillas que podrían estropear la obra. “Si sale alguna piedra, hay que procurarque no lleve, porque al tornear, aparece todo. No puede llevar ni un grano de trigo. Tieneque ir más limpio que el pan.” “Con éste es suficiente. Vamos a echarun poco de rojo.” Cada uno de los dos barros que se utilizanen la cerámica de Llamas del Mouro tiene unas características que se complementanentre sí, lo que le da a la mezcla una calidad óptima. Manolo va arañando suavemente la tierra paraencontrar esas pequeñas piedras que todavía quedan. “Si hay alguna piedra, al picar menudo,pues se encuentra más fácil.” “Vamos para allá, voy a echarlo al mojo.”. “Lo echamos aquí, a mojo unas horas. Levoy a echar un poco de agua para que se ablande.” “El barro se le echa para echarlo a mojo,para que ablande, porque tiene piedras, bueno, piedras no, tiene cosas duras y hay que ablandarlaspara luego hacer el amasado, para luego llevarlo al torno, porque claro, así directamenteno se puede amasar, hay que ablandarlo, que esté aquí unas 3 ó 4 horas con agua. Voya echarle un poco de agua, que le falta y luego se masa.” “Esto pasando 4 ó 5 horas ya se puede amasar,para ablandarlo. Hay que dejarlo reposar.” Transcurridas las 4 ó 5 horas de reposo,el barro ya se puede amasar. Para que el barro se mezcle bien y sueltetodo el aire, Manolo le da varios golpes y vueltas en la masadera. “Si aparece alguna piedra, pues hay que quitarla.” “Bueno, esto está listo ya para ir al torno.” ”Está la pella terminada. Para el torno.” Marcelino es el hermano de Manolo. De la pellagrande ha separado una porción de barro y, tras golpearlo con sus manos, lo trabaja enel torno. “Bueno, el barro, cuanto más amasado esté,mejor. Hay piezas que se pueden hacer con el barro más blando, incluso las piezas pequeñasen particular se pueden hacer con el barro más blando, pero las piezas grandes el barrotiene que estar más duro al amasarlo.” “Esto es una jarra lisa que le llamaban, para el agua, por ejemplo.” Con un movimiento rítmico del pie, Marcelinomantiene siempre la misma velocidad de giro en el torno. ” Y ahora, con un trozo de hilo se procede a cortar la pieza del torno.” ”Ahora le vamos a hacer el bocín a la jarra.” Manolo y Marcelino heredaron este oficio desus padres y éstos, a su vez, de los suyos, tras una dilatada tradición familiar. “No hay ninguna leyenda que diga cuandose empezó la alfarería aquí en Llamas del Mouro, por oídas de nuestros padres, ya unostíos de su abuelo, unas tías de su abuelo sabían trabajar, o sea, tenían horno ya.” “Nosotros estamos haciendo unos 15 ó 20modelos tradicionales de los que se hicieron siempre, de los que hicieron nuestros antepasados.Por ejemplo, este que estoy haciendo es una olla botarreña, esta es una de las piezasmás tradicionales de la tierra. Las formas las intentamos conservar porque es importante,aunque se hacen muchas piezas modernas, las formas tradicionales de siempre, esas, porencima de todo hay que seguirlas haciendo.” “Yo me recuerdo cuando mis padres andabanpor los pueblos, al troque como le llamaban, cambiándolas por patatas, trigo, centeno,o lo que les daban, al troque. Antes no venían “Este dibujo que le hice no es un invento mío, este dibujo lo llevaban todas las piezas, cuando la hacían los otros alfareros, claro.” Torneados los cuerpos de las piezas, Marcelinolas saca a orear a la intemperie. Si hiciera calor, en una hora ya podrían estar secas,pero la humedad del clima de estas montañas obliga a los alfareros a dejarlas en el exteriordurante toda una jornada. Cuando las piezas están secas, Marcelinoya les puede poner las asas y todos los complementos. “Estas ya las hice ayer por la tarde y yaestán duras, están un poco duras, no mucho, pero están un poco duras ya y ya se les puedeterminar, poner el asa.” “Es que recién hecha, está la pieza muyblanda. Se le puede poner, pero queda peor. Cuando la pieza está un poquitín dura, queel cuerpo está duro ya, es más fácil ponérsela porque queda mejor la pieza y todo. Además,al pegar el asa al cuerpo, si está el cuerpo blando se mete para dentro, se hunde, y estandoel cuerpo duro, queda mejor.” La tradición de esta familia de alfarerosno termina con Manolo y Marcelino. A pesar de su juventud, sus hijos están aprendiendotodos los secretos de la técnica del trabajo con el barro que han heredado de sus antepasados. Además de su forma inconfundible, las obrasde Llamas del Mouro todavía siguen llevando el sello familiar: la J y la R. Estas letrascorresponden a las iniciales de Jesús Rodriguez, el padre de Manuel y Marcelino, maestro alfareroque supo mantener y transmitir esta tradición. “Ahora vamos a proceder al bruñido, alúltimo retoque de la pieza.” Una vez que las piezas están ligeramenteendurecidas, con una piedra redondeada Marcelino les hace el bruñido para tapar algunas fisurasy darles los motivos ornamentales característicos de la cerámica de Llamas del Mouro. “Luego en la cocción, estas rayas quedanbrillantes, al mismo tiempo que la pieza queda ya tapada, que tiene a lo mejor algún porola pieza o demás, y así es el motivo para dejarla ya bien.” Con esta fase del bruñido, las piezas quedanpreparadas para la cocción. Cuando ya hay suficiente obra terminada parahacer una hornada, esta familia de alfareros va llenando, poco a poco, y con mucho cuidado,el horno tradicional de leña. “Son los soportes que colocamos abajo paracolocar luego las piezas encima. Soportes para sujetar las piezas grandes encima, porqueson las que mejor soportan el peso de las otras. Ponemos un cántaro, el primero.” Con paciencia, Manolo coloca, una a una, lasmás de 300 piezas que caben en una hornada. En 1985, Llamas del Mouro tenía 92 habitantes,la mayoría descendientes de alfareros. Hoy, el único horno activo es éste de la familiaRodríguez. “Actualmente somos sólamente nosotros,la familia, desde hace ya varios años, 25 ó 30 años. Yo conocí 3, más nosotros,cuatro. Mi padre me comentaba que conocía 15 ó 16 alfares en toda esta zona de Llamas.” Para obtener un mejor rendimiento y calidad,estos alfareros sustituyeron el viejo horno de grandes dimensiones por este más pequeño.Cuando el horno ya está lleno de piezas, los alfareros las tapan con cascotes de cerámica. Los “tapines” eran unos trozos de tierracon hierba, cogidos en el prado, que se utilizaban para tapar toda la obra durante la cocción.En este nuevo horno, los “tapines” han sido sustituidos por unas chapas que cumplenla misma función. “Esto se tapa para guardar la calor y paramañana echar la tierra y que no baje para dentro de las piezas. Porque si te cae latierra adentro, cae en las piezas y te mancha todas.” Una de las chapas está partida en dos paradejar un agujero que permita controlar el proceso de la cocción. Con una forca, Marcelino deja preparada latierra que necesitará para controlar el fuego. El encendido de horno lo hará a las seisde la mañana del día siguiente. “Se empieza por un fuego muy lento y seva aumentando el fuego, poco a poco, de hora en hora, a ojo se va aumentando, porque sise aumenta más de la cuenta puede la hornada fastidiarse toda. hay que ir poco a poco.Son 13 horas o 14 las que se emplean para la hornada. y ahora se prende con un fuegomuy pequeño y luego se va aumentando hasta que coge la temperatura de unos 1.400 gradosla hornada.” Marcelino echa poco a poco las tozas de leña,procurando que la temperatura del horno suba lentamente para que las piezas pierdan lahumedad. “El humo que sale al principio no es prácticamentehumo, es vapor, vapor de las piezas que están todavía húmedas y van soltando el vapor,el barro va soltando el vapor al arrime del calor." “Ahora, terminando éstas, ya pasamos alas astillas de roble, para que den más calorías y más llamarada.” Para aumentar la temperatura del horno, durantedos horas y media o tres, Marcelino echará astillas de roble. “Ahora empezamos con el tojo para dar mástemperatura al horno, pero hay que empezar lentamente porque el tojo levanta mucha llamaraday.. La primera hora con el tojo hay que atizar muy suavemente.” Con la “forquita”, que es un palo de maderade castaño, Marcelino introduce en el horno pequeños haces de tojo, evitando así elexceso de temperatura que podría echar a perder toda la obra. “Si les meto más de la cuenta, ahora queno estàn templadas todavía, estallarían. Hay que esperar a templar bien las piezaspara meter el fuego, ya, fuerte.” La cocción es lenta y pesada. Manuel relevaa Marcelino en las tres últimas horas que faltan para terminar esta fase del proceso. Cuando las piezas ya están templadas, Manoloaumenta la temperatura metiendo más cantidad de leña. Mientras, Marcelino separa las chapaspara que respire el horno. “Esto, estamos abriendo ahora un poquitínel horno para que respire más, como ya tiene mucha temperatura, es conveniente que tengaaberturas para que respire más el fuego, para que salga más, para que salga el fuegopara arriba.” “Pues ahora mismo alcanzará unos 800 grados,todavía. Ahora quedan unas dos horas, pues tiene que coger unos 500 grados más por lomenos, porque ahora aumenta la temperatura rápidamente.” Ahora el fuego, al tener el tiro abierto,actúa directa e intensamente sobre las piezas hasta que cogen su punto de cocción. “Abiertas tienen que estar hasta que terminemosya. Cuando termine ya se unen para echar la tierra y para que no baje la tierra a loscacharros, y hay que volver a unirlas.” Cuando el horno ha alcanzado los 1.400 ó1.500 grados de temperatura y la obra ya está cocida, los alfareros proceden a dar el colornegro tradicional de las piezas. Este color se obtiene por un proceso de reducción, queconsiste en ahogar el horno con tierra hasta tapar todas las posibles salidas del humo.Es el mismo humo el que dará ese color negro característico. Las piezas reposarán, entre seis y ocho días,recibiendo el calor y el humo que desprende el fuego que ha quedado en el horno. “Seis, siete, depende. A lo mejor, si hayun apuro, se puede sacar en cinco días, pero están calientes todavía. Entonces estallan.Es conveniente que estén seis o siete días.” Han transcurrido algunos días y Manolo abreel horno para sacar la obra realizada. Con la ayuda de Alicia, su mujer, Manolo Rodriguezsaca una a una las piezas y les va quitando el polvo que ha entrado durante la cocción.Aunque éste es un proceso lento, se ve compensado por el buen resultado de la hornada y la óptimacalidad de la obra realizada. Las piezas que salen del horno llevan unasmanchas claras que proceden del roce de unas con otras. Estas señales son una garantíade que el proceso de cocción se ha hecho en horno de leña por el sistema tradicionalde reducción. Las piezas terminadas pasarán a ocupar unespacio en la exposición para la venta que la familia Rodriguez tiene en una de las dependenciasde la casa. Afortunadamente, hoy, para vender esta cerámica negra ya no es necesario irpor los pueblos a cambiar los cántaros, las jarras y las ollas por patatas, castañas,o trigo,... La actual demanda de piezas tradicionaleshechas en este último alfar de Llamas del Mouro, confirma la decisión que, hace variosaños, tomaron Manolo y Marcelino, cuando resistieron a la tentación de la emigración,siguiendo el consejo de su padre cuando les dijo: “llegará un día, en que con éstose pueda ganar uno la vida.” Hoy, todas aquellas piezas de cerámica deuso cotidiano conviven en las estanterías con otras de nuevo diseño, fruto de la imaginación.Pero la pieza más emblemática y quizás la más representativa de Llamas del Mouroes el cántaro o “penada”. La cerámica negra de Llamas del Mouro, protegidapor la Ley de Patrimonio Español de 1985, lleva ese sello distintivo de una familiaque, desde hace muchas generaciones, se ha dedicado intensamente a esta artesanía.