El LINO. Cultivo, recolección de la planta y elaboración tradicional de prendas en 1996 | Documental

El LINO. Cultivo, recolección de la planta y elaboración tradicional de prendas en 1996 | Documental

El cultivo tradicional del lino, del que se obtenían las fibras para la fabricación de sábanas, camisas, toallas y otros tejidos del ajuar de la casa, desapareció en nuestro país hace algunas décadas. Actualmente sólo algunos topónimos como “Linares”, relacionados con este producto, las prendas que todavía se conservan en los viejos arcones de las casas y la memoria de escasas personas, nos pueden hablar del cultivo y transformación en fibra de esta planta herbácea. Hilario Artigas, de Agüero, es uno de esos pocos labradores que conocen todos los secretos del cultivo del lino. Con él y su familia hemos reconstruido este proceso tradicional, que comenzaba por la preparación del terreno en una pequeña parcela del huerto. Estamos en Mayo, la época más apropiada para la siembra del lino. Mateo y Eugenio, con el rusar tirado por la caballería, labran el pequeño campo de regadío que han reservado para este cultivo. A cada pasada cambian el sentido de la reja del rusar para que la tierra se amontone siempre hacia el mismo lado. Después de labrar y orear la tierra, pasan el tablón de pinchos para dejarla fina después de  romper los torrocos que han quedado en el campo. Antes de sembrarlo, el terreno se divide en tablas para facilitar el regado uniforme. Mientras Hilario tira la línea de cada tabla a la anchura que se ha marcado con una caña, Mateo y Eugenio hacen los caballones y surcos que las separan. “Si no hiciéramos esto, se iría toda el agua, claro, no se regaría.” La siembra se hace a voleo y las simientes tienen que caer muy tupidas en el campo. Por  eso, Hilario da dos vueltas en cada tabla lanzando las semillas sobre la tierra. Cuando ya ha sembrado todo el campo comprueba que el espesor de la simiente sea  suficiente para obtener la óptima calidad del lino. Las semillas de lino son un manjar muy apreciado por los pájaros, que ya están al acecho, esperando que no quede nadie en el campo. Por ello, la labor siguiente consiste en “rastrillar” toda la parcela para que la simiente quede cubierta por la tierra. El terreno utilizado para cultivar el lino tiene que ser de regadío, pues al tratarse de una planta herbácea requiere mucha agua para su desarrollo. Ahora bien, el cultivo del lino perjudica al suelo enormemente, y ya, Virgilio, lo dejó escrito: “pues abrasa el campo una plantación de lino, lo abrasa una de avena, lo abrasan las adormideras empapadas en sueño leteo”. Cada 5 ó 6 días Hilario se da una vuelta por el campo para regar el lino. La distribución del terreno en tablas facilita ahora el regado uniforme. En los primeros días de Julio el lino casi ha alcanzado su desarrollo completo. Este es el momento apropiado para echar nitrato y darle más fuerza al crecimiento de las plantas. Nueve semanas después, en agosto, el lino florece. El calor estival favorece el secado rápido de la planta y la terminación de su ciclo de desarrollo. A mediados de Septiembre el lino está completamente seco. Hilario y Mateo, después de haber humedecido el terreno para facilitar el arrancado, proceden a recoger el fruto de su trabajo. El lino se arranca a tirón y se tiende en el suelo en pequeños manojos atados con la misma mata. Durante tres o cuatro días, los manojos permanecerán expuestos al sol y la intemperie para que se oreen y pierdan humedad. Desgranar consiste en separar las cabezas de las semillas frotándolas con las manos cuando los manojos están bien secos. Este es un proceso muy lento pero importante ya que las simientes serán necesarias para la próxima siembra. Transcurridos unos días desde que se tendieron los manojos al sol, llega el proceso más delicado, y en el que HilarioArtigas tiene en juego todo el trabajo anterior: el enriado o cocción. Para ello, en un trayecto de la acequia, prepara una pequeña balsa donde introducirá los fajos de lino. Esta operación tiene como finalidad hacer fermentar la planta hasta que se pudra y poder separar después las fibras de la materia leñosa. El método consiste en echar los fajos en una poza de agua corriente, tapados con losas de piedra que impiden que el agua se los lleve. Allí permanecerá el lino durante un par de semanas. Hilario abre el paso de la acequia para que el agua embalse la poza con el lino dentro y comience el proceso del enriado o cocción. Durante nueve días las matas de lino se cocerán con el agua corriente. Para separar la simiente de la hojarasca hay que elegir un día con un poco de viento para que, al soltar las simientes el aire arrastre las materias menos pesadas. Una vez que se ha podrido la parte leñosa de la planta, Hilario saca los fajos de lino de la balsa para extenderlos nuevamente por el campo y que queden totalmente secos. El número de días a utilizar para el secado de la planta depende del tiempo que haga en estas otoñales jornadas de Octubre. Oreados y secos los manojos de lino, Hilario los traslada a un lugar protegido hasta que pueda realizar el siguiente proceso que consiste en extraer la fibra. Para obtener la fibra hay que aprovechar un día otoñal soleado y sin aire. En un carasol Hilario y su familia se reúnen para separar la fibra de la paja. Con un mallo de madera bien curado en fiemo para hacerlo más resistente, Eugenio “malla” los manojos de fibra sobre una piedra para romper la parte leñosa, podrida y seca de la planta. Este trabajo lo tiene que hacer con mucho cuidado para que no se parta la fibra. Hilario acaba de romper la caña de las fibras con una “esforacha” de madera, en esta parte del proceso llamada “esforachar”. Con certeros golpes de la “espadilla”, Pilar saca toda la paja que se ha quedado enganchada en la fibra durante las labores anteriores. "Pues aquí está, en esta casa la rueca de hilar el lino, que para el cáñamo, hacíamos una caña la partíamos y ale, esto es de otra manera.” La separación de las fibras buenas de las bastas la realiza Orosia con el rastrillo. Cuando el lino es bueno se desperdicia muy poca fibra, pero si se ha podrido demasiado en el agua, muchas de las hebras se quedan en el rastrillo por su baja calidad. La fibra mejor se recoge en pequeños manojos llamados “copas”. Obtenida la fibra del lino, todos los procesos posteriores del hilado son exclusivos de las mujeres. Pilar no ha perdido la práctica de hilar. Cogido un manojo de lino en la punta de la rueca, con los dedos de su mano izquierda va sacando las hebras para unirlas al hilo que se va formando. Con su mano derecha gira el “fuso” torciendo con su movimiento el hilo que lo sujeta. Este es un proceso lento y paciente que las mujeres realizaban en grupo durante el invierno en el carasol de la casa o al calor del fuego del hogar. A Pilar le ayuda su hija Ana que, aunque no tiene la destreza de su madre, se podría considerar como una de las pocas mujeres jóvenes que saben hilar el lino. “Aquí estamos todo el invierno hilando, después para hacer sábanas y para hacerservilletas y eso.” La cantidad de hilo que se recoge en el “fuso” recibe el nombre de “fusada”. Las "fusadas” hiladas se guardaban hasta que hubiera una cantidad suficiente para convertirlas en madejas. Para unir unos “fusos” con otros y formar las madejas Ana utiliza el “dimuré”. Una cuchara de madera le permite mantener una determinada tensión en los hilos, de tal forma que, al sacar la cuchara, se destense la madeja. El color natural del lino es de un aspecto crudo oscuro. Para que tome ese tono más claro de las prendas hechas con esta fibra, hay que someterlo a un proceso de blanqueado. Para ello, Pilar introduce las madejas ordenadamente en un cuenco de barro y cuando está lleno las tapa con una tela llamada cenicero. Sobre ella deposita la ceniza del hogar que ha ido guardando en un rincón de la cocina. El proceso de la colada consiste en echar uniformemente agua hirviendo sobre la ceniza. Ésta toma la fuerza limpiadora de la ceniza y se filtra entre las fibras de lino hasta salir por un agujero que lleva en su base. Pilar recoge el agua resultante en un recipiente y la vuelve al caldero. Este recorrido del agua lo hará 14 veces cada diez minutos. Las sucesivas pasadas por la ceniza le van dando al agua un color oscuro y una fuerza limpiadora similar a la de la lejía. Este líquido era utilizado hasta hace muy pocos años para limpiar la madera, los cabellos, la vajilla de la casa, ... “Lo tocas así y está fino, fino como si fuera lejía de botella. Y aquí se hace como una rosita en el pozal del agua que cae, como una rosa de espuma, entonces es cuando está hecha la colada.” Transcurridas algunas horas, el color y el tacto del líquido indican que el proceso ha llegado a su fin. Pilar saca el cenicero con la ceniza y lo guardará como abono para el huerto. El secado de las madejas en los días de sol dará mayor blancura a las fibras de lino. Las madejas han estado un día entero a la intemperie y Pilar las recoge para preparar los ovillos. El lino se llevaba al tejedor en forma de ovillos. En la devanadera, Orosia transforma las madejas en ovillos. Ya están preparados los ovillos. Aquí termina el trabajo de la familia y comienza el de los tejedores. Con el paso continuo de la lanzadera cargada con lino entre los hilos de la urdimbre, y fuertes golpes con el batán en la trama para  dejarlo bien tupido, la tejedora transforma los ovillos en tejido. Desde la siembra del lino hasta la preparación del ovillo todos los miembros de la familia colaboraban cada año en preparar las fibras que iban a necesitar para fabricar los tejidos. Con las telas obtenidas en el telar se hacían las toallas, sábanas, camisas, colchas y todo tipo de prendas finas, que hoy todavía se conservan en los ajuares de algunas casas prepirenaicascomo un recuerdo de este paciente proceso.

Noticias relacionadas