Este video es patrocinado por Skillshare, haz clic en el enlace en la descripción para obtener más información. Ser alguien que complace a las personas suena, aa primera vista, como una muy buena idea. Pero es un patrón de comportamiento plagado deproblemas, tanto para el perpetrador como para su audiencia; el que complace a la gente es alguien(que a veces podría ser uno mismo) que siente que no tiene otra opción más que moldearsea las expectativas de los demás y, sin embargo, mantiene todo tipo de secretos y, en algunos puntos, peligrosasreservas y resentimientos. Ellos actúan como el amante perfecto cuando sus sentimientos reales son mucho más oscuros; ellos dan su aprobación a planes que odian; y confunden a todosa su alrededor al no poder expresar, a debido tiempo, con el coraje necesario, sus auténticas necesidades y ambiciones. Poniéndolo sin rodeos se podría decir que el complaciente es un mentiroso.Suena brutal, pero el que complace a la gente está mintiendo por razones conmovedoras: no para obtener ventaja, sino porque están aterrorizados del descontento de los demás. Para comprender - y posiblemente simpatizar con- el complaciente, debemos mirar su pasado, que casi invariablemente implica una temprana experiencia de estar cerca de personas -usualmenteuna madre o padre- quienes parecían ser radical y aterradoramente incapaces de aceptar y perdonar ciertos necesarios, pero tal vez complicados, hechos sobre su hijo. Quizás nuestro padre desató rabia volcánica ante cualquier signo de desacuerdo, presentar una idea política distinta, sugerir que queríamos algo diferente para comer. Ser sinceros acerca de nuestro cansancio o ansiedad podría amenazarnos con la aniquilación. Para sobrevivir, debíamos ser extremadamente receptivos a lo que otros esperaban que hiciéramos y dijéramos. La pregunta misma de lo que realmente queríamos se volvió secundaria a una prioridad infinitamente más importante: adivinar paranoicamentelos deseos de aquellos de quienes, en ese momento, nuestras vidas dependían. No siempre mentimos por temor; también a menudo por amor a alguien a quien estábamos profundamente apegadospero que era vulnerable de alguna manera. Mentimos por el anhelo de no provocar otra discusión marital, un deseo de mantener de buen humor a un pariente depresivo y para evitar agregar más carga a lo que parecía ya una muy difícil o triste vida ¿Quiénes éramos nosotros para hacer las cosas aún más complicadas para una persona frágil que nos importaba? Aunque comprensibles los orígenes de nuestro comportamiento, en los momentos más reflexivos de la adultez, podríamos encontrar tres rutas fuera de estos difíciles patrones de complacer a las personas. El primero se basa en recordarnos a nosotros mismos que nuestros colegas, socios y amigos son casi con seguridad muy diferentes de las personas con quienes nuestras ansiedades evolucionaron en la infancia. La mayoría de los humanos pueden lidiar muy bien con un poco de contradicción, una dosis de información no deseada o un rechazo ocasional, entregado con la cortesía requerida. El otro no va a explotar ni a disolverse.Aprendimos un hábito muy particular de relacionarnos con el mundo alrededor de un grupo de personas que no eran representativas de la humanidad como un todo. Segundo, debemos reconocer los inadvertidos efectos secundarios de nuestro comportamiento. Nosotros podemos genuinamente tener buenas intenciones, pero ponemos en peligro a todos al no hablar más francamente. En el trabajo, no estamos haciendo a nadie un favor al retener nuestras dudas y reservas. Y en el amor, no hay bondad en permanecer en una relación simplemente porque parece que el otro no podría sobrevivir sin nosotros. Lo harán, pero habremos desperdiciado mucho de su tiempo por nuestro sentimentalismo. Finalmente, podemos adquirir la confianza para ser sutiles con los mensajes difíciles que tenemos que impartir. Como niños no podíamos matizar los mensajes que queríamos enviar. No sabíamos cómo convertir nuestro dolor y necesidades en explicaciones convincentes. Ahora, se abre a nosotros el ser firmes en nuestros puntos de vista, pero extremadamente geniales también. Podemos decir 'no' mientras indicamos que sentimos mucha buena voluntad; podemos decir que alguien está equivocado sin implicar que es un idiota. Podemos dejar a alguien, mientras aseguramos que sepan cuánto significó para nosotros una relación. Podemos - en otras palabras - ser agradables sin ser complacientes. 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