COLADA DE LA ROPA en un lavadero tradicional con jabón de sebo 100% artesano | Documental

COLADA DE LA ROPA en un lavadero tradicional con jabón de sebo 100% artesano | Documental

En la zona occidental de la provincia de Zamora se extiende un territorio agrícola y  ganadero, que linda con el vecino Portugal, llamado Aliste. Allí, sus habitantes han conservado muchas de las tradiciones heredadas de sus antepasados, entre ellas, la elaboración artesana del jabón de sebo. “Bueno, pues queríamos hacer jabón y al no calentar la grasa, hay que calentar el agua,  que esté bien caliente. Por eso lo hemos tenido aquí este rato, que se caliente en la lumbre. Y ahora es cuando lo mezclamos todo para poderlo hacer”. “Pues se le echa manteca, el tocino y después la sosa... y nada más. Un poco de detergente porque le quite algo de olor a la grasa, porque no haga tanto olor la grasa. Eso es lo que le hacemos”. Sobre el sebo de oveja, que se ha ido guardando al sacrificar los animales, hay que echar la sosa cáustica con mucho cuidado porque es un producto peligroso Seguidamente, Sita añade un poco de detergente. “Porque tenga mejor olor, que no huela sólo a la grasa. Y siempre, después al enjabonar hace más espuma”. “Le voy a echar el agua ya porque ya está suficiente caliente. Ahora como quema la caldera tenemos la costumbre de coger el mandil, para que no queme la mano, y echársela así”. “Pues ahora, con esta cuchara hay que ir dando... si no se queda seco aquí alrededor de que se va enfriando. Ahora tarda en enfriarse”. Una vez vertida el agua hirviendo sobre la mezcla de sebo, sosa y detergente hay que revolverla continuamente para que no se corte. La sosa, por su poder cáustico, corroe los tejidos grasientos y va saponificando la grasa. Es paradójico que de una materia sucia y grasienta se pueda obtener un producto para la limpieza como es el jabón. “Ah, que, para lavar la ropa, y cuando está muy sucia se le limpia mejor con este jabón que no con los detergentes. Antes de meterla en la lavadora siempre le echamos el jabón de éste. Se le echa agua caliente, se echa jabón de éste y limpia muy bien. Ya después se tira en la lavadora y ya sale más limpia”. Sita y Emilia se turnan en la tarea de remover. A medida que la mezcla se va enfriando, estas mujeres de Aliste siguen revolviendo hasta conseguir el punto ideal de espesor. “Oh, como estaba el agua tan caliente, si está frío termina más pronto, pero como estaba muy caliente, hasta que se empiece ahora, que se quede ya espeso. Antes estaba líquido, pero ahora, mire cómo está ya. Hale, ahora lo echamos porque si no, se nos queda en el cubo”. Cuando el jabón alcanza la densidad óptima hay que extenderlo sobre un molde de madera adecuado, que lleva unos plásticos para que no se pegue y se pueda extraer con facilidad. “Bueno, pues hasta que se enfríe. Pero ahora si se saca se separa. A la tarde, al oscurecer ya se puede a lo mejor sacar. Ya después se corta en trozos”. Ahora hay que esperar a que el jabón se enfríe. Como no se estropea, será mejor dejarlo dos o tres días en el molde hasta que quede una masa compacta y sólida. Cuando el jabón se ha enfriado, Sita y Emilia ya lo pueden sacar del molde para cortarlo. Con un alambre rematado en sus extremos por palos, estas mujeres de Aliste cortan las piezas de jabón que servirán para hacer la colada y lavar cualquier tipo de prendas. “Cógelo. Y esto se recoge ya también para que no quede en el suelo, que se pisa. Y ahora lo recojo aquí”. “Pues para lavar, cuando vayamos de rodillas, así, que había que estar día por día, allí, dándole jabón a la ropa. Y venga a lavarla sobre una, que no había otra cosa. Qué días se pasaban. Y algunos días de invierno con el agua bien fría y meter las manos allí dentro”. El jabón casero, elaborado con los desperdicios grasientos de la casa ya está preparado para hacer la colada de la ropa. Los lavaderos son unos edificios cubiertos, levantados sobre un manantial natural, donde algunas mujeres de nuestros pueblos todavía acuden a lavar la ropa de la casa. Felicias y Brígida, con sus cestas, la ropa sucia, el jabón de sebo casero, la paleta de madera y la banqueta para no mojarse las faldas con el agua, se han acercado hasta el lavadero para lavar algunas prendas, al igual que hace algunos años. Para ello, han elegido una mañana soleada. “Normalmente, por la mañana, pero todo el día, porque había que hacer la colada de toda la semana”. “Pues más o menos a la semana, porque los demás días había que ir a trabajar al campo”. La tarea de lavar con el agua corriente era muy penosa, sobre todo durante los fríos días invernales. “Muy duro, muy duro. Había veces que estaba el agua helada y había que hacer un agujero para meter la mano y se pasaba buen frío”. “No es que cueste lavar, es que es dura porque hay que estar de rodillas todo el día y las rodillas también se cansan de estar allí dobladas”. “Si no es trabajo. Lo que pasa es la postura, que hay que estar en mala postura, porque si uno se pone un poco más levantado de la cabeza, se trabaja mejor, pero ya estamos acostumbrados a este trabajo, ya sabemos que es así, pues hay que hacerlo”. A pesar de sus incomodidades, el lavadero se convertía en un centro de reunión de las mujeres, donde se podían informar de las últimas noticias tanto de la localidad como del exterior. “Más o menos porque era donde se contaban todos los chismes”. “Bueno, había días que estábamos muy solas, pero otros días nos juntábamos alrededor del pozo cinco o seis. Teníamos conversación, se contaban muchas cosas. Cada una lo que supiera”. “Pues había veces que sí, seis o siete, depende también, si hacía bueno, más, si llovía o hacía frío, menos, porque lo dejaba para el día siguiente”. En el lavadero se lavaban todo tipo de prendas, las de vestir, las mantelerías, las sábanas, e incluso aquellas que se utilizaban en las tareas del campo. “Era un saco que llevábamos antes a recoger el trigo a la era y había que lavarlos también para que quedaran limpios de un año a otro”. Después de un primer remojo para quitar la suciedad, cuando las prendas están enjabonadas, se sacan al sol para orearlas. “Pues poner la ropa al oreo, para que se le vayan todas las manchas que tiene feas, se pone al sol y el sol le quita la porquería que tiene. Entonces se deja un rato así para que el sol le dé bastante, luego ya se recoge otra vez, se lava y luego ya se tiende, ya es para secarla, para llevarla para casa”. Durante unos minutos, las prendas quedan tendidas al sol y después ya se pueden aclarar. “Pues ahora que ya está oreada la vamos a lavar otra vez, para quitarle el jabón que tiene, dejarla limpia y para secarlas”. Con el aclarado se trata de eliminar el jabón que ha quedado entre las fibras. Para ello, Felicias y Brígida se vuelven a arrodillar en la orilla del lavadero, protegiéndose una con la banqueta de madera y la otra con una losa de piedra. Nuevamente, hay que tender la ropa a secar bajo los calurosos rayos del sol. Los útiles de la colada apenas son utilizados ante las ventajas y nuevas técnicas que ofrece el progreso. Hoy han servido para reflejar el recuerdo de un tiempo no muy lejano en el que las gentes de nuestros pueblos se autoabastecían de casi todo lo que necesitaban. “Ahora vamos a recogerla, porque ya está seca y a llevarla para casa. Estirarla un poquito y vale. A ponerla ya en el cuerpo”. La elaboración del jabón a partir de los desperdicios grasientos guardados en la casa es una de las características de la economía campesina tradicional, que en la comarca zamorana de Alistese ha mantenido hasta nuestros días.